En la biblioteca se pueden leer novelas, cuentos para niños y hacer consultas. Además de los talleres de inglés y lectura, hay planes para enseñar pintura y música, para que los niños puedan desarrollar sus habilidades, explican Sheyla y Emily a EL UNIVERSAL
San Miguel Tlacotepec.— Con recursos propios y con tequio, pobladores de San Martín Sabinillo abrieron la primera biblioteca comunitaria en esta zona de la Mixteca, dirigida especialmente a niñas y niños de esta pequeña localidad de 380 habitantes, y que a dos semanas de funcionamiento, ya da signos de éxito en la lucha contra el rezago educativo provocado por la pandemia de Covid-19.
La idea fue impulsada desde 2014 por Jesús Rusell Mariano, joven gestor comunitario, pero hasta enero pasado la pequeña librería abrió sus puertas, gracias a la ayuda de Sheyla y Emily Rosas Vásquez, integrantes del Dueto Dos Rosas, quienes interpretan música campirana.
“A estas horas veía novelas o videos de Tik Tok, ahora vengo a distraerme y aprender un poco”, dice Jairo, estudiante de secundaria, mientras toma clases de inglés en una mesa con otros 20 asistentes.
En la biblioteca se pueden leer novelas, cuentos para niños y hacer consultas. Además de los talleres de inglés y lectura, hay planes para enseñar pintura y música, para que los niños puedan desarrollar sus habilidades, explican Sheyla y Emily a EL UNIVERSAL.
Ellas donaron materiales, libros y pintura, entre otras cosas, mientras que los pobladores aportaron el tequio.
“Queremos que los niños sean una comunidad y un futuro nuevo. Una persona que lee tiene muchas facilidades y oportunidades y justo eso buscamos en nuestros niños”, dice el agente municipal de Sabinillo, Benito Silvano Chávez Hernández.
Regresan de EU
Magdalena Vásquez, una de las impulsoras del proyecto, sueña con que en un futuro se impartan clases de tu´un savi. “Antes de que los jóvenes y niños dejen de hablar nuestra lengua, queremos hacer algo para que no dejen de hacerlo”.
Vásquez salió de San Martín Sabinillo cuando tenía 15 años para trabajar en los campos de tomate de Culiacán; luego se fue a Estados Unidos. Tras 25 años, volvió a su comunidad junto a su esposo e hijos.
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